Un hombre ha muerto. La vida de otro está en juego.
Doce miembros de un jurado entran en la sala de deliberaciones. Deben acordar la culpabilidad o inocencia de un joven de 18 años acusado de matar a su padre con una navaja. El veredicto debe ser unánime.
Con esta premisa inicial comienzan las deliberaciones... todas las pruebas apuntan a que el chico es culpable... Pero un veredicto de culpabilidad conllevará necesariamente su sentencia de muerte, es ineludible según el juez.
Y sólo con tener una duda razonable sobre su culpabilidad habrían de declararlo inocente.
Revisan de nuevo el caso...
Comienza una deliberación cargada de tensiones, conflictos, y revelaciones. Debaten las declaraciones y las pruebas presentadas y sacan nuevas conclusiones. Es difícil dejar a un lado los prejuicios, experiencias vitales, opiniones personales, ideologías e incluso las ganas de llegar a casa o a un partido de béisbol. Pero se enfrentan a una gran responsabilidad y es difícil no tener dudas.
¿Conseguirán los doce miembros del jurado ponerse de acuerdo y emitir un veredicto unánime?
¿Culpable o inocente?
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